Época: Revolución Francesa
Inicio: Año 1700
Fin: Año 1789

Antecedente:
Revolución Francesa

(C) Federico Lara Peinado y Joaquín Córdoba Zoilo



Comentario

La sociedad francesa respondía en 1789, al menos desde el punto de vista jurídico, a la estructura tradicional del Antiguo Régimen, en el sentido de que era una sociedad esencialmente aristocrática en la que el privilegio del nacimiento y la propiedad agrícola constituían su pilar básico y su fundamento.En la cúspide de la pirámide social se hallaba la nobleza. Su número podría calcularse en esta época en unos 350.000 individuos, es decir, aproximadamente el 1,5 por 100 del total de la población francesa. Todos los nobles poseían privilegios honoríficos, económicos y fiscales, y en su conjunto poseían la quinta parte de las tierras del reino. Ahora bien, la nobleza no constituía un orden social homogéneo ya que existían notables diferencias entre los distintos grupos que la integraban. Entre ellos, destacaba la nobleza de Corte, alrededor de 4.000 personas que vivían en Versalles junto al rey y disfrutaban de un tren de vida y de un lujo que no siempre respondía a su verdadera situación económica. Algunos de estos nobles comenzaron un acercamiento a la burguesía de las finanzas y de los negocios con el objeto de buscar un camino que les permitiese salir de sus dificultades.La nobleza provinciana era distinta, pues solía vivir entre sus campesinos y los derechos feudales que recibían de éstos eran su principal sostén. Sin embargo, como estos derechos se hacían efectivos en metálico y en unas cantidades que habían sido pactadas hacía mucho tiempo, significaban ya muy poco en 1789 a causa de la depreciación del valor del dinero y del aumento del coste de la vida. Por esa razón sus dificultades económicas eran aún más graves que las de la nobleza cortesana. Numéricamente eran el grupo más importante, pero su influencia era muy inferior a la de la gran nobleza.Por otra parte, existía una "nobleza de toga", salida en el siglo XVI de la alta burguesía y que ya en el XVIII tendía a confundirse con la nobleza de espada. Ocupaba los cargos burocráticos y administrativos y sus puestos se transmitían de padres a hijos.Si en su composición el orden social nobiliario presentaba notables diferencias, también existía una variedad en cuanto a su mentalidad y a sus intereses. La nobleza de Corte, influenciada por las ideas de la Ilustración, era la principal beneficiaria de los abusos de la Monarquía y sin embargo criticaba al sistema sin darse cuenta que cualquier cambio redundaría en su propio perjuicio. Por su parte, la nobleza provinciana era completamente reaccionaria, pero se oponía al absolutismo.El orden social más antiguamente constituido era el clero. Su número ascendía a unas 120.000 personas, es decir, aproximadamente el 0,5 por 100 de la población. Su base económica residía en la percepción del diezmo y en sus propiedades rurales y urbanas. En total, se estima que la Iglesia poseía un 10 por 100 del total de las tierras en Francia. El "alto clero", compuesto por los obispos, arzobispos, canónigos y otras dignidades, se reclutaba exclusivamente entre la nobleza y su forma de vida no tenía nada que envidiarle a ésta. También, por su mentalidad, estaban estrechamente unidos al sistema social del Antiguo Régimen. Por el contrario, el "bajo clero" procedía de las capas inferiores de la sociedad y su penuria económica era también comparable a la de los seglares de su mismo estrato social. Por su situación fueron fácilmente ganados por las ideas reformistas y muchos de ellos se convirtieron en portadores de las aspiraciones populares. El clero regular estaba integrado por unos 25.000 religiosos y unas 40.000 religiosas. A finales del siglo XVIII este sector del clero atravesaba por una grave crisis a causa de su decadencia moral y de la relajación de su disciplina, y era muy criticado por las abundantes riquezas que administraba.La población francesa no integrada ni en la nobleza ni en el orden eclesiástico formaba parte del Tercer Estado. Era el grupo social más heterogéneo de todos y representaba la inmensa mayoría de la nación, es decir, más de 24.000.000 de personas a finales del Antiguo Régimen. Comprendía a las clases populares campesinas y urbanas, a la pequeña y mediana burguesía, compuestas por los artesanos y comerciantes, así como a muchos de los profesionales liberales: abogados, notarios, médicos, profesores. En el estrato superior de este grupo, se situaba la alta burguesía de las finanzas y el gran comercio. Lo que unía a los diversos elementos del Tercer Estado era la oposición a los privilegiados y la reivindicación de la igualdad civil. Era una auténtica nación en sí mismo, como diría Sièyes en su famoso folleto Qu´est-ce que le Tiers Etat?Las ciudades eran el dominio de la burguesía y representaban el símbolo de la expansión y del fortalecimiento de este grupo, cuyo único límite lo constituía la barrera del nacimiento. Las riquezas y las formas de vida de la gran burguesía de negocios eran equiparables y a veces superiores- a las de la gran nobleza, con la que había, incluso, establecido lazos familiares en su afán por ascender a lo más alto de la cúspide social. Sus negocios financieros en la capital o el floreciente comercio mantenido a través de los puertos marítimos de Burdeos, Nantes o La Rochelle, con las islas del Caribe, les proporcionaba cuantiosos beneficios que empleaban en la compra de tierras o en la financiación de la industria naciente.Muy distinta era la pequeña burguesía de los artesanos, que constituía alrededor de los dos tercios de los efectivos de la burguesía en general. Sin embargo, como afirma Furet, el sentimiento colectivo de frustración social y su repulsa a la discriminación contribuyeron a unir a grupos tan diversos. Esta categoría social estaba ligada a las formas tradicionales de la economía, al pequeño comercio y a la artesanía, caracterizados por la dispersión de los capitales así como de la mano de obra esparcida en pequeños talleres. Estos artesanos eran generalmente hostiles a la organización capitalista de la producción; eran partidarios, no de la libertad económica como la burguesía de negocios, sino de la reglamentación, que emanaba de los distintos gremios y corporaciones.Por debajo de la pequeña burguesía estaban las llamadas clases populares urbanas, las cuales, a pesar de vender su fuerza de trabajo por un pequeño salario no constituían un verdadero proletariado urbano en el sentido marxista. La diversidad de condiciones en que se desenvolvía este grupo social les impedía llegar a alcanzar un verdadero sentimiento de clase. Sus condiciones de vida eran difíciles y constituían un verdadero termómetro por su sensibilidad ante cualquier crisis de subsistencia o ante la alteración del nivel de los precios. Por esa razón, afirma François Furet que sus reacciones colectivas eran más de consumidores que de productores. Es decir, que era más fácil que se manifestasen por una subida del precio de pan que por una reivindicación de tipo salarial. Su situación se agravó especialmente en el siglo XVIII a causa del crecimiento de la población y el aumento de los precios. El asalariado de clientela constituía probablemente el más importante de las clases populares urbanas: jardineros, cargadores de agua, de madera, recaderos, etc., a los que se añadía el personal doméstico de la aristocracia o de la burguesía, particularmente numeroso en algunos barrios de París, como el "faubourg Saint Germain".Los campesinos constituían en Francia más de las tres cuartas partes de la población total del reino. Al ser un país esencialmente rural, la producción agrícola dominaba la vida económica, de ahí la importancia de la cuestión campesina en el proceso de la Revolución. Los campesinos constituían una población de carácter conservador, apegada a las tradiciones y a las creencias religiosas, así como a las costumbres ancestrales que habían ido transmitiéndose de generación en generación.La condición del campesino era muy variable y dependía de la situación jurídica en la que se encontraba y de su relación con la tierra que cultivaba. En cuanto a la situación jurídica, había siervos y había campesinos libres. Sobre los primeros pesaba la "mainmorte", que les obligaba a estar sujetos al señor y a pagarle derechos importantes. Entre los campesinos libres había propietarios de pequeñas explotaciones familiares, dueños de la tierra y del producto de la tierra que cultivaban y por lo tanto susceptibles de afrontar sin dificultad las alzas de precios de los productos e incluso de beneficiarse de ellas. Estos labradores, como se les llamaba en el Antiguo Régimen, eran campesinos relativamente acomodados -una auténtica burguesía campesina-, algunos de los cuales se enriquecieron con la coyuntura del siglo. Existían también los arrendatarios, que eran dueños del producto que cultivaban, pero no de la tierra. Tenían que pagar el arriendo y además los impuestos civiles y eclesiásticos. Sus estrecheces económicas les llevaba a veces a complementar sus ingresos con un trabajo salarial que realizaban en su propia casa o en el pueblo vecino. Por último, había una legión de jornaleros y braceros agrícolas, que constituían un verdadero proletariado agrícola. Esa proletarización de las masas campesinas se efectuó, según Albert Soboul, a finales del siglo XVIII, como consecuencia de la reacción señorial y de la agravación de las cargas señoriales y reales. Al no ser dueños, ni del producto de la tierra ni de la tierra misma, su capacidad para defenderse ante el alza de precios era muy escasa, de tal forma que su situación era muy difícil.Las cargas que pesaban sobre el campesinado eran importantes. Los impuestos que pagaba a la Corona eran la talla, un impuesto que se repartía por cabezas; la gabela, un impuesto indirecto, y además, la obligación de alojar tropas, construir carreteras y atender a los transportes militares. A la Iglesia había que pagarle el diezmo sobre las cosechas y sobre los ganados. Y por último, los derechos señoriales, los más gravosos de todos y los más impopulares, que consistían en los derechos exclusivos de caza y de pesca, de peaje, de servicios personales, así como los derechos reales sobre las tierras.Así pues, en estos años finales del siglo XVIII la sociedad caminaba hacia una nueva estructura, aunque se hallaba constreñida en las formas del Antiguo Régimen: la burguesía poseía las riquezas, pero era la nobleza la que detentaba los privilegios; el campesinado era el grupo más numeroso de la sociedad, pero era el que, en su mayor parte, vivía en las peores condiciones de pobreza; el alto clero era poderoso y la Iglesia poseía una gran cantidad de tierras, pero muchos eclesiásticos se desenvolvían con dificultades. Estos contrastes provocaban grandes tensiones y elevaban la temperatura social a un grado que hacía prever el estallido.